martes, 24 de febrero de 2009

Incienso y rosas

Heeey, hace tiempo que no escribo, el triste examen de la unam y cosas así me han tenido mas que ocupado, pero la historia ya esta de vuelta. No recuerdo donde leí incienso y rosas, pero aquí va un debraye sobre esto.

Lentamente el humo del copal se elevaba formando figuras, iluminado por haces de luz que entraban en diagonal desde una serie de ventanas altas. Se retorcía unas cuantas veces, empujado por pequeñas corrientes de aire, antes de desaparecer con la escencia de las rosas que inundaba todo el lugar. Las rosas y el incienso descansaban frente a una urna colocada sobre un altar simple de mármol. El resultado era un ambiente de tranquilidad,de serenidad. Lo único que rompía el silencio eran las suaves disonancias de un piano, que en su andar tranquilo, recorría una armonía pasiva, resolviendo cada tensión en un acorde perfectamente conducido. Una trompeta descansaba en su estuche, junto al piano. Era Trane quien tocaba, leyendo una partitura de un papel doblado y algo maltratado. Sin distraerse ni dejar de tocar, Trane sonrió.

-A la anciana le hubiera encantado. Jazz de principios del siglo, siempre decía que no había nada mejor. No crees que has perdido algo de habilidad? Te pude escuchar desde que entraste.
-No vengo en plan de trabajo, tu sabes que esto es mas personal.- La voz de Elena sonó desde la oscuridad de la puerta.
-Hey Joe, de Medeski Martin & Wood. Es música que no entró en el plan de cultura para la ciudad. Donde lo has conseguido?
-Me dijeron que estuvo sonando en una estación de radio en alguna ciudad de Alemania. Esa y muchas otras, suena unos días en una ciudad, se calla y comienza a sonar en otra ciudad. Es la única transmisión que han conseguido recibir desde hace un buen tiempo.
-Te dijeron? Quien? no hay nombres?- Trane terminaba de tocar y se preparaba para irse.
-No, sin nombres. Si vas a cooperar, tendrás que seguir sus reglas.
-Esta bien, cooperaré.
-Vas a tener que reunir a ciertas personas. Aquí están los nombres.-Elena se acercó provocativa y colocó un papel doblado en el bolsillo de Trane.
-Lo haré, pero dile a Euler de mi parte que el jazz no se transcribe como música clásica.

Elena, sin poder dar respuesta alguna, mostró una expresión de sorpresa, como cuando a un niño se le descubre un secreto. Afuera, el otoño del 2098 anunciaba su fin con sus lánguidos pero resplandecientes rayos de luz sobre el mausoleo del cementerio del que Trane ya se retiraba.

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