sábado, 13 de diciembre de 2008

El swing nocturno

Mi mente ha dado vueltas y vueltas sobre como tocar mi nuevo instrumento. Lo ruidoso que llega a ser no me deja otra opción mas que tocar en la calle o en parques, y el paso del tiempo me obliga a seguir aun sin el sol, lo que da un ambiente digno de una pequeña historia. Como ya es tan noche que no puedo seguir practicando, aquí le daré vida, en este momento...

Los últimos rayos de sol se colaban entre las hojas que caían secas, rindiéndose al frió y al viento de la temporada. Terminaba el otoño y comenzaba el invierno, y junto con el viento otoñal, el frío atacaba las calles que poco a poco daban paso a la noche citadina. Ustedes conocen la noche citadina, toda una danza metropolitana que a veces se mueve en un compás trágico, otras con un ritmo pop, vulgar y básico. Pero esta noche un ritmo resaltaba entre todos. Esta noche se escucha jazz.

Un poco de swing, batería y bajo, una melodía hardbop coqueteaba entre la trompeta y un sax, la síncopa del piano, brutal y delicada, marcaba el tono que acompañaba el murmullo de la gente que merodeaba entre los bares. Los músicos estaban mas seguros del tono en el que tocaban que del nombre de sus compañeros, que con la música tradicionalmente improvisada, no se conocían entre ellos. Junto al bajista, se había visto al baterista ya unas cuantas veces en el bar, el saxo apenas empezaba a figurar en la escena del jazz y el tecladista, con seguridad reflejada en los puros que fumaba mientras tocaba, era ya bien conocido como músico frecuente del bar. Pero la trompeta, oh si, toda una excepción, su primera vez en el bar pero su nombre era bien conocido y había sido nombrado entre los espectadores mientras su solo, juguetón e ingenioso, avanzaba en un crescendo que inevitablemente llamaba la atención. El clímax de su interpretación no se hizo esperar, y como se podía prever, se mantenía presente con la atención completa de las miradas atónitas del público.

La melodía apenas había llegado a su final, cuando Trane Gillstone, con su trompeta en su estuche, ya se ocupaba de salir del escenario. Unos cuantos metros adelante, indiferente de algunas felicitaciones, prendía un cigarrillo y se dirigía al otro lado del bar, cruzando la nube de humo y murmullos, donde, en una mesa solitaria, resaltaba un vestido color vino, un cigarrillo con un largo filtro oscuro, un cabello oscuro que marcaba el intenso azul de los ojos así como el vestido marcaba el carmesí de los labios, la suave y tersa piel trigueña que se hacia notar a pesar el humo y la zapatilla izquierda, elevada por las piernas cruzadas, que se balanceaba al compás de la música, invitando y seduciendo a quien se atreviera a voltear. El swing no tardo en acompañar la profundidad de su mirada y la sensualidad de sus labios que mordía suavemente en gesto provocativo, gesto que evidenciaba cínicamente lo peligrosa y atractiva que era. Elena Gimenez no era una mujer de antecedentes sencillos. Entre la gente se rumoreaba las malas andanzas con las que se le relacionaba, lo cual mantenía su mesa solitaria. De origen latino, se le veía frecuentemente con personajes clave de la ya casi inexistente mafia, que aún con su disminuida presencia, tenia un peso importante en los negocios ilegales.


Este momento duró una eternidad, lo que me da tiempo para ir por unas nochebuenas, así que en el siguiente post sabremos que que pasa aquí.

1 comentario:

Kami dijo...

Bien desarrollado el escenario, me gusto.